martes, 30 de agosto de 2011

El Fantasma...

Vi aquel fantasma atravesando mi puerta después de pronunciar mi nombre por el telefonillo de mi casa. Reconocí al fantasma por su aspecto, solo por su físico. Ni siquiera su voz era como yo la recordaba, su cara... Su rostro no mostraba la expresión de siempre.
Su aparición fue tan fugaz, que apenas pude darme cuenta de su presencia. Yo quería... rectifico, ansiaba poder compartir más tiempo con el fantasma, sentir su presencia, o incluso poder llegar a tocarle sin que mi mano traspasase su cuerpo.
Solo pude sentir una cálida brisa de sus labios contra los míos... Poco después, desapareció.
Me pregunto cómo fui capaz de dejarle marchar tan pronto, si lo que deseaba era compartir el mismo espacio que él.
Debe ser que el fantasma no quería seguir en aquella habitación y se fue a donde quiera que le llevaran sus pasos brumosos.
Esperaré de nuevo impaciente su aparición, su compañía me llena de tal forma que olvido lo demás...
Aunque no siempre fue un fantasma: antes era una persona, una persona sana... Que poco a poco fue cambiando, cambió tanto que se convirtió en un fantasma irreconocible por aquellos que alguna vez creyeron hacerlo.
A veces se materializa y vuelve a ser lo que era, aunque con frecuencia elige su forma intangible e invisible de sombra de luz.
Temo por el fantasma. Temo que la luz se vuelva oscuridad...

No hay comentarios:

Publicar un comentario